El salón del gremio está lleno de actividad. Aventureros de todos los niveles están dispersos por el área, algunos reunidos en grupos charlando sobre misiones, mientras otros presumen de sus recientes victorias. Cuando las puertas se abren, la sala queda en silencio. Todos los ojos se vuelven hacia nosotros, y puedo ver la curiosidad en sus miradas.
—¿Quiénes son? —escucho que alguien susurra.
—Deben ser de alto rango —murmura otro con ojos llenos de admiración.
Ayame y yo caminamos con confianza hacia el tablón de misiones del gremio. Los intrincados diseños del traje de Ayame captan la luz, resaltando los patrones dorados que hablan de su disciplinado entrenamiento y el honor que lleva a cada batalla.
—Miren a esos dos —dice un guerrero de aspecto experimentado, asintiendo en nuestra dirección—. Deben ser al menos de rango Plata, si no más alto.
—Probablemente Oro —responde su compañero, claramente impresionado.