El Matrimonio Más Feliz

Julia, ese es el nombre de mi puta esposa por si lo habías olvidado, está desparramada en la cama con su cuerpo enredado con los de dos jóvenes y saludables sementales y sus vergas absurdamente grandes. Se mueven con un ritmo practicado mientras sus músculos se tensan mientras le dan placer por ambos extremos. Sus gritos de éxtasis llenan la habitación, sirviendo como una sinfonía de traición y humillación para mí. El aire está cargado con el olor a sudor y sexo mientras las sábanas están empapadas con la evidencia de su infidelidad.

Me quedo paralizado en la puerta con los ojos fijos en la escena frente a mí. Julia mira de reojo y una sonrisa burlona se extiende por su rostro. Es una mirada que lo dice todo: desdén, superioridad y un retorcido sentido de satisfacción ante mi impotencia. No se detiene, ni siquiera disminuye el ritmo. Sus ojos taladran los míos mientras deja escapar otro grito de placer justo cuando su cuerpo se arquea bajo el de sus juguetitos.