—¿Qué quiero decir exactamente con cultivar soldados rasos?
—Déjame darte una buena idea...
...
—Hermano, tengo frío —se quejó un guardia.
—¿Y? Tu esposa te dijo que usaras esa cosa de lana debajo de tu armadura, pero te negaste a escuchar... —respondió su compañero de patrulla.
—¡Habría estado sudando como un cerdo si lo hubiera hecho! —respondió con más entusiasmo del que quería.
—Cálmate, amigo...
Incluso antes de que pudieran reaccionar, una figura sombría se abalanzó sobre ellos y les cortó el cuello. Ambos guardias se tensaron y se llevaron las manos a la garganta por donde el cálido líquido rojo comenzaba a derramarse lentamente. Intentaron gritar pero no salió ningún sonido, sus cuerdas vocales habían sido arruinadas.
No pudieron evitar pensar que su asesino era débil, pues no había logrado cortarles el cuello correctamente.