Frente al furioso Monarca Divino de Nueve Dedos, Gu An permaneció sereno, con el fénix en la mano, y dijo:
—Si lo sientes con atención, sabrás que este karma no es algo que puedas tomar.
Al escuchar esto, el Monarca Divino de Nueve Dedos, que estaba a punto de prepararse para atacar, inconscientemente dispersó su sentido divino.
Momentos después, su semblante cambió drásticamente, y una mirada de temor apareció en sus ojos.
Almas divinas y extraños fantasmas continuaban surgiendo entre el cielo y la tierra, abalanzándose desesperadamente sobre ellos, sus aullidos reverberando a través de los cielos y la tierra.
De repente, Gu An aplastó el fénix en su mano, las almas divinas y extraños fantasmas entre el cielo y la tierra fueron aniquilados sucesivamente, convirtiéndose en cenizas, y el clamor cesó abruptamente.
Chu Jingfeng se paró sobre la calabaza, giró la cabeza para mirar, y observó a Gu An desde la distancia, su expresión sufriendo un cambio dramático.