Sabía que hacer aparecer y desaparecer a los renegados a través de portales me iba a pasar factura, pero valió la pena. Me encontraba en un pequeño escondite a unas millas de la frontera de la Manada Luna Azul.
El primer grupo de renegados fue transportado a las mazmorras con instrucciones de encontrar a Mirja. Al parecer, ella no estaba allí. Uno de los renegados habló con un prisionero antes de que lo volaran, quien dijo que una ella-loba había sido trasladada al hospital de la manada.
Después de descubrir esa información, transporté al segundo grupo de renegados más cerca del hospital de la manada para volarlo también. Podía sentir mi cuerpo debilitándose, pero los símbolos seguían allí tan claros como el día. Normalmente se desvanecen cuando pierdo poder. Aun así me sentía débil y sentí que me caía al suelo. Nas me atrapa y me sienta.
—Tal vez deberías tomar un descanso. No necesitamos que te quedes sin energía —dijo, tomando mi mano.