Había silencio. Demasiado silencio mientras caminaba por el bosque. Tan silencioso que mis pasos en la nieve hacían eco a mi alrededor como si estuviera en algún tipo de sala acústica. Mi respiración era muy visible en el aire y había cierta frialdad que me rodeaba como un mal presagio. Realmente extrañaba mi habitación en este momento.
Cuanto más me acercaba al acantilado, más me apretaba el abrigo. Seguía pensando en qué hacer. Intenté llamar a Isaiah e Isabella pero nada funcionó. Tal vez Alaia había intervenido sus teléfonos o algo así.
Llegué al límite del bosque y divisé una figura encapuchada cerca del borde del acantilado. Podía decir que era Alaia por el bulto de su vientre. Examiné el área y no vi a Victoria por ningún lado. Tal vez estaba mintiendo. No, no. Tenía su teléfono, ¿verdad?