—¡Celestiel! —rugió Lumineth, su voz llena de furia. La lanza radiante en sus manos brilló con más intensidad mientras su ira aumentaba—. ¡Pagarás por esto, mortal!
La calma de Aurumiel se quebró, sus ojos dorados ardiendo de ira.
—¿Te atreves a dañar a un hijo de los cielos? ¡Te mostraré el verdadero poder de un líder angélico!
Ambos ángeles descendieron sobre Alex, su poder combinado amenazando con abrumarlo.
Alex se mantuvo firme, con su daga y bastón aún en mano, el sudor goteando por su rostro debido a la intensidad de la lucha.
Su respiración salía en pesados jadeos, pero aún no había terminado.
Ya había derribado a un ángel, y ahora era el momento de que los otros sintieran su ira.
Lumineth fue el primero en moverse, su lanza brillando mientras se lanzaba hacia adelante.
Habían abandonado la idea de atacar a Alice, dándose cuenta de que en el momento en que Alex muriera, sería su victoria.