Aurumiel cargó hacia adelante, haciendo temblar el suelo con cada paso atronador.
Su espada dorada crepitaba con energía divina, cortando el aire mientras la bajaba con una fuerza devastadora.
Alex apenas esquivó el golpe, rodando hacia un lado justo cuando la hoja se estrelló contra el suelo.
El impacto envió una onda expansiva que lo lanzó hacia atrás.
Golpeó el suelo con fuerza pero rápidamente se puso de pie, con los ojos fijos en la figura radiante frente a él.
Cada movimiento de Aurumiel irradiaba poder celestial, sus ataques atravesando el campo de batalla con ferocidad implacable.
El corazón de Alex latía con fuerza en su pecho, el peso de la abrumadora fuerza del ángel presionándolo. Pero retirarse no era una opción. No ahora.
El aura dorada de Aurumiel destelló, y se lanzó de nuevo, desatando una ráfaga de golpes rápidos.
Alex paró desesperadamente con su daga e incluso con su bastón, cada impacto enviando sacudidas de dolor por sus brazos.