Alex caminó por los pasillos vacíos del [Escondite de la Secta del Odio], sus pasos haciendo eco en el silencio.
El lugar estaba abandonado, sus miembros habían huido en pánico, dejando atrás solo los restos de su misión fallida.
Algunos podrían preguntarse por qué los dejó ir.
¿Por qué permitiría que los miembros de una secta que una vez llevó a la humanidad al borde de la extinción simplemente escaparan?
La respuesta era simple: la maldición.
Al igual que Dominic, cada miembro de la [Secta del Odio] probablemente estaba atado por una poderosa maldición, una que los mataría instantáneamente si alguna vez desobedecían o intentaban huir.
La mayoría de ellos ni siquiera eran conscientes de ello.
Eso no le importaba a Alex.
No necesitaba desperdiciar su energía en ellos.
En cambio, siguió avanzando, su mente enfocada únicamente en lo que tenía por delante.
Durante casi una hora, caminó por el escondite, su paso firme, inquebrantable.
Y entonces, por fin, lo alcanzó.