El aire crepitaba con tensión, denso con el peso de algo inevitable.
[La siguiente explosión será la última antes de que el Demonio del Odio se revele] —la voz de la Corona de la Calamidad resonó en la mente de Alex, cargada de una certeza inquebrantable.
—¡Rápido!
La voz de Xyrran, usualmente tranquila y compuesta, llevaba un raro tono de urgencia.
Su enorme forma de dragón temblaba ligeramente mientras lanzaba una mirada cautelosa hacia el círculo ritual que giraba debajo.
Las runas que cubrían su superficie pulsaban violentamente, la energía que irradiaba era casi asfixiante.
Estaba alcanzando su límite.
Todos podían sentirlo—algo inmenso, algo más allá de la comprensión estaba a punto de ser liberado.
La ciudad entera gemía bajo la pura fuerza de la energía que emanaba de ese círculo, como si la Ciudad Dragón misma estuviera siendo aplastada bajo el peso de un poder invisible.
Ninguno de ellos quería estar cerca cuando ese poder finalmente se liberara.