En el momento en que el Demonio del Odio se liberó de la tierra, la ciudad debajo de él colapsó en una masiva reacción en cadena.
Los edificios ya destruidos se rompieron aún más, y las calles se partieron.
Un rugido ensordecedor llenó el aire mientras el polvo y los escombros surgían hacia afuera en una ola espesa y sofocante.
Una pared de niebla y piedra destrozada se elevó junto a la figura imponente, ocultando su forma por completo.
Por un instante, todo el campo de batalla quedó en silencio, como si el mundo mismo contuviera la respiración, tratando de comprender la mera presencia del ser que había emergido.
Y sin embargo... incluso a través de la densa niebla, Alex podía ver su sombra.
Una silueta retorcida y monstruosa se cernía sobre las ruinas, su forma apenas discernible a través de la bruma.
Pero lo poco que podía distinguir fue suficiente para paralizar sus pensamientos por una fracción de segundo.
Este no era el mismo Demonio del Odio de antes.