El largo día finalmente se asentó en una calma silenciosa, y Grace se despidió. Entró en su apartamento y cerró la puerta con llave detrás de ella, exhalando profundamente.
Mientras se quitaba las botas y colgaba su abrigo, notó a Rune recostado en el sofá. Estaba hojeando un libro que definitivamente había tomado solo para parecer ocupado. Su cabello sedoso estaba ligeramente despeinado, y la sonrisa burlona que tiraba de la comisura de sus labios cuando notó su entrada era inconfundiblemente de Rune.
—Bienvenida a casa, Novia —bromeó mientras cerraba el libro y lo arrojaba sobre la mesa de café—. ¿Día largo?
—No empieces —murmuró Grace mientras le seguía el juego, aunque su tono carecía de verdadera mordacidad.
Rune se levantó del sofá y se estiró, su figura esbelta irradiando una confianza sin esfuerzo que siempre lograba irritarla e intrigarla.