Los ojos de Grace se abrieron lentamente, y ella inclinó la cabeza para mirarlo. La sonrisa de Rune estaba ahí, pero sus ojos reflejaban algo más profundo, algo no expresado que hizo que su corazón saltara.
—Rune... —comenzó, pero la forma en que él la miraba hizo que su voz flaqueara.
Él no detuvo sus atenciones. Sus manos se movían por su espalda con movimientos lentos y deliberados. Cada presión de sus dedos se sentía más íntima, más intencionada, y el aire entre ellos se volvió más denso con la tensión.
—Estás tensa por todas partes —murmuró, y ella notó cómo su tono se volvía más grave—. Realmente no te cuidas, ¿verdad?
Grace tragó saliva con dificultad y sintió que su pulso se aceleraba. —Estoy bien —logró decir, pero su voz la traicionó.
Las manos de Rune se detuvieron por un momento con sus pulgares presionando suavemente la parte baja de su espalda. —¿Lo estás? —preguntó. Su voz era más baja ahora, casi un susurro.