—¿Está muerta la Diosa del Alba?
La Lanza Divina Solar meditó sobre esta pregunta, su mirada tornándose extraña e incierta.
—Entonces... ¿quién fue la que me salvó antes?
—¿Y por qué me dejó aquí en la Poza Celestial esperando a este muchacho?
Mirando a Luca, envuelto en luz dorada estelar, ambos cayeron en un largo silencio.
Los ojos del Señor del Sol eran profundos y pensativos. —Independientemente de si esto es obra de los Dioses Antiguos, si el enemigo tiene un plan, inevitablemente saldrá a la luz tarde o temprano. Este joven está conectado a demasiadas cosas, y es la última esperanza de nuestra Corte Divina. Debemos protegerlo.
—Entiendo —respondió la Lanza Divina Solar, asintiendo solemnemente.
Mientras hablaban, la luz divina que rodeaba a Luca se volvía cada vez más brillante, y su aura se hacía más poderosa con cada momento que pasaba.