Los ojos de Selene se enrojecieron por la pena y cruzó los brazos sobre su pecho, cubriéndolo parcialmente. —No lo hice. Tienes una mente sucia. ¿Cómo puedes pensar así de mí?
La Abuela vio a Selene parada allí toda mojada cuando salió de la habitación y su rostro se tornó sombrío de repente.
Selene levantó la cabeza para mirar a la Abuela y dijo en tono afligido:
—Abuela, me caí a la piscina cuando fui a llamar a Jill hace un momento. Ella no me ayudó a salir y ahora me está regañando. Abuela, yo...
La Abuela la interrumpió enojada:
—Cállate. ¿Por qué no te envuelves en una toalla y vuelves a tu habitación cuando estás así de mojada? ¿No te da vergüenza?
Selene:
—Yo...
La Abuela gritó con ira:
—Ve al cuarto piso y arrodíllate frente a tu abuelo.
En el cuarto piso estaba la tablilla conmemorativa del Abuelo.
Selene conocía el temperamento de la Abuela, así que no se atrevió a decir nada y subió corriendo las escaleras llorando.