Benson sintió un peligro sin precedentes.
Rugió y lanzó su puño ferozmente contra el demonio oscuro frente a él.
La cadena en su muñeca resonó al ser jalada.
Juliana se apartó de su puño. No se apresuró a golpearlo, sino que le habló con voz suave:
—Benson, soy yo. Cálmate.
Sin embargo, su voz se convirtió en una voz diabólica en los oídos de Benson, una terrible voz demoníaca.
Los golpes de Benson se volvieron cada vez más violentos y sus puñetazos iban dirigidos a los puntos vitales del cuerpo de Juliana.
Juliana seguía esquivando en lugar de contraatacar mientras lo llamaba:
—Benson, Benson.
No importaba cuánto lo llamara, a los ojos de Benson ella parecía ser un demonio mortal que lo mataría.
Zach se cubrió la nariz, pero la sangre seguía goteando entre sus dedos:
—No estás ayudando. No te escuchará.
Le gritó a Juliana:
—¡Eres una molestia! Lo estás empeorando todo. Solo espera a que te maten.
Zach estaba realmente enojado y no sentiría pena si mataban a Juliana.