Después de dar los últimos toques de maquillaje suave que realzaban su belleza natural, Jane llevó a Sylvia al gran salón del castillo, donde Mikel descansaba en un sofá de cuero, con la mirada distante y perdida en algún lugar.
—Su alteza.
—Su alteza.
Las dos hicieron una reverencia y anunciaron su llegada, pero Mikel no les dirigió ni una mirada, levantándose y saliendo del salón sumido en sus pensamientos.
Sylvia y Jane lo siguieron apresuradamente, esperando más instrucciones.
Sin embargo, Mikel permaneció en silencio todo el camino. Salió del castillo y subió al carruaje que esperaba afuera sin decir palabra.
El hombre claramente estaba preocupado por algo.
—Sube —dijo.
Sylvia tragó saliva y subió al carruaje, tropezando ligeramente. El pesado atuendo realmente le dificultaba moverse, su equilibrio completamente alterado.