—Mikel... —susurró Sylvia, mareada por el beso del hombre.
La succionaba como si su vida dependiera de ello y como si estuviera succionando su propia alma.
Había una urgencia y avidez en su beso como si temiera que no pudiera besarla de nuevo.
Agarró su cabello plateado mojado y la acercó más, cada vez que saboreaba sus labios.
Su lengua se deslizó en su boca y buscó la de ella como un tesoro, y cuando la encontró, las frotó juntas, enviando oleadas de placer por todo su cuerpo.
Y cuando se apartó, un hilo brilló bajo la luz de la luna.
Mikel contempló a la mujer jadeando suavemente frente a él. Se preguntó si había cruzado un límite, pero al segundo siguiente, se encontró siendo atraído nuevamente hacia ella...
Esta vez fue Sylvia quien lo besó primero, con sus brazos firmemente envueltos alrededor de su cuello, más gotas de agua goteando y mojando su pecho y espalda.