¿Incluso los chupetones pueden ser tan aterradores? Parte 2

Completamente sin palabras, Sylvia enterró su cabeza en el pecho del maldito diablo y se maldijo por tratar de ayudar a este gran matón malo.

Quería protestar contra esta injusticia, pero el diablo ya había comenzado a juguetear con ella, sin siquiera darle un respiro para desahogar su frustración.

Se mordió los labios y lo miró, sus ojos azules quejándose de cómo había sido agraviada. Sin embargo, el hombre continuó ocupado desabrochando su vestido y tirando de las cintas.

Revelando sus pechos blancos como la leche, luego enterró su cabeza en ellos tal como ella lo había hecho segundos antes.

¡Qué desvergonzado! El rostro de Sylvia se sonrojó y estaba a punto de empujarlo cuando las palabras del hombre la mantuvieron quieta. —Ughh... mi dulce gatita... cómo voy a estar sin ti los próximos días.

—¿No estaré contigo? —preguntó Sylvia, su voz vacilante como si no quisiera saber la respuesta a la pregunta. Olvidó que estaba enojada con él hace un momento.