Encarcelada Parte 1

—Maestro Eric. Ah ja ja ja. ¿Por qué no hablamos de las cosas primero? No la mates. Gasté mucho oro comprándola. ¿No es una belleza? —se rió Mikel.

—Oh, ¿es así? Interesante. Interesante. ¿Dónde la compraste? —el anciano sonrió, acariciándose la barba.

—Hmmm... No puedo decir que lo recuerde... ¿En uno de los mercados de esclavas...? La vi y tuve que tenerla. Ja Ja Ja. Las mujeres son criaturas seductoras, ¿no? —Mikel se apoyó perezosamente en un pilar.

Mientras tanto, Sylvia se retorcía como un pez fuera del agua.

Pataleaba, agitaba sus manos frenéticamente, sujetándose la garganta, tratando de liberarse pero ni siquiera podía moverse un centímetro de donde flotaba. Todo lo que podía hacer era luchar en vano.

—Maestro Eric. En serio, bájela. No quiero que muera —Mikel le recordó mientras el anciano entrecerró los ojos y continuó mirando a Sylvia como si disfrutara de su sufrimiento.