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—¿Es así? —preguntó Sylvia, arqueando las cejas—. Hmmm... Tienes razón. Soy una carga y no quiero ser una carga para nadie más.
—Me iré. Pero me iré sola. He estado sola toda mi vida y puedo cuidarme sola. No necesito que Leol y Theo me acompañen.
Sylvia se dio la vuelta y se puso de pie, sin querer enfrentar al hombre por más tiempo.
Un segundo le estaba dando un nombre y un título para quedarse a su lado, mientras que al siguiente la estaba enviando a otro lugar.
Mikel suspiró impotente. Estaba completamente dividido y no sabía cómo explicárselo. Responderle ahora era lo mismo que renunciar a todo por lo que había trabajado.
—Por favor, cariño, no me hagas esto. ¿Puedes hacer esto por mí?
—Mikel... Ni siquiera hemos... Dijiste que me necesitabas para hacerte más fuerte, ¿qué hay de eso? ¿Cómo sería posible si me voy? —preguntó Sylvia mordiéndose los labios.
—Está bien. Pensaré en otra manera —murmuró Mikel.