Nunca Más

—No, no, no. No digas eso, por favor. No seas así —Sylvia miró al hombre completamente estupefacta.

Se frotó los ojos limpiando las lágrimas que caían incontrolablemente, manchándose la cara con algo de sangre de sus manos.

—Por favor, Mikel. No seas así —envolvió sus manos alrededor de su cuello y lo besó.

Sin embargo, sus labios estaban congelados como una piedra. Ella sollozó y lo besó, sus besos se deslizaron hacia sus mejillas, y finalmente, su cabeza se desplomó sobre su hombro.

Su rostro estaba enterrado en su cuerpo así que no podía ver la expresión que él tenía, pero si la hubiera visto, solo le habría dolido más.

—¿Cuántas veces tengo que decirlo para que me entiendas? —Mikel empujó fríamente su frágil cuerpo lejos de él, su cabeza a punto de golpear una roca cercana en el suelo.

Pero antes de que pudiera, otro par de manos la atraparon rápidamente.

—Llévate a esa perra contigo. No me importa ella. Esa perra a cambio de mi vida. ¿Qué te parece? —Mikel sonrió.