Aunque tenía un nombre, iba a tener que encontrar las pruebas por su cuenta y llenar los vacíos, lo que lo frustraba.
Para Phoebe, sin embargo, este era un final feliz. La energía que Susie liberó fue directamente a su cuerpo y el número de días que le quedaban de vida se duplicó. Ya no había nada para ella en ese lugar.
—Mis gafas —extendió una mano hacia Tiburón expectante.
El detective se las entregó con reluctancia. Hubiera preferido quedárselas porque le facilitarían ver fantasmas sin tener que llamar a Phoebe cada vez. Cuando imaginaba la cantidad de casos que podría resolver si pudiera hablar con las víctimas, su codicia crecía a pasos agigantados.
Agarró su brazo desesperadamente.
—¿No puedo quedármelas por un tiempo?
Phoebe las guardó en su bolsillo.
—No, son más útiles para mí que para ti. Nuestro negocio ha terminado por ahora Tiburón, he cumplido mi parte del trato, es tu turno.
—¿Qué esperas encontrar de todos modos? —le preguntó con curiosidad.