Sangre y lazos.

Mientras la figura de David desaparecía dentro de su casa, Phoebe recogió la bandeja y entró en la casa. No podía creer lo descarado que había sido David al llamarla por su apodo.

Solo las personas más cercanas a ella la llamaban por ese nombre, se preguntaba qué pretendía porque prácticamente eran desconocidos.

—¿Por qué de todas las casas tenía que mudarse justo a la que está frente a la mía? Y luego está ese asunto de su abuela buscándome, además de la suposición errónea de Ruth de que lo conozco de alguna manera. Todo esto me está volviendo loca. Si no supiera mejor, pensaría que está aquí por mí —Phoebe le dijo a Connie, a quien había ordenado lavar los platos.

Con una actitud descarada, Connie estuvo de acuerdo con ella.

—Pagó un precio elevado para que el inquilino anterior se fuera, estoy segura de que lo hizo para tener acceso a ti. Tienes tanta suerte de poder salir con alguien —arrugó la nariz mientras surgía un destello de celos.