—¡Estaba loca de verdad! ¿Ciento treinta bebés? ¡¡¡Dios santo!!! —Jennie pensaba que la historia era absurda.
—Es una locura, no obra de Dios. Esa mujer era egoísta y arrogante. Ha arruinado tantas vidas con sus acciones. El hospital es aún peor por saberlo y quedarse callado —Edward colocó su dedo índice y pensó profundamente—. Deberíamos demandar al hospital por todo lo que tienen.
Al escuchar sus palabras, Ruth entró en pánico.
—¡No padre! ¡¡¡Entonces todos descubrirán que no soy una Mayfair!!! No estoy lista. Por favor, ¿podemos esperar al menos hasta que no tenga miedo?