La abuela Mayfair corrió hacia ellos cuando vio a Tiburón, tenía asuntos personales con él.
—Joven, ¿qué pasa con mi caso ahora? —le entregó su habitual caja preferida de donas variadas y un capuchino para llevar.
—Bueno, señora Mayfair, la culpable no está mentalmente capacitada para ser juzgada, sin embargo, creo que lo que Ruth está pasando es mucho peor que lo que habría experimentado en prisión —Tiburón aceptó el desayuno gratuito que ella le estaba entregando.
La abuela Mayfair asintió.
—Tienes razón y aunque no puedo denunciar a esos estúpidos Gabriels por cómo maltrataron a nuestra Phoebe, me satisface saber que les dolerá ver a su hija en ese estado.
Había una parte de ella que había estado esperando que Ruth recuperara la cordura y se pudriera en prisión donde podría pagarle a alguien para hacerle la vida miserable para siempre. Por ahora, tendría que conformarse con este resultado.