Entregando malas noticias.

Las palabras que salieron de la boca de Ekhart enfurecieron al anciano, empujándolo a golpear la mesa para expresar su furia.

—Muy bien, ahora estás mostrando tu verdadera cara. ¿Es por eso que fuiste a mis espaldas para destituirme del cargo de presidente? Montón de idiotas desagradecidos, trabajé con mis propias manos para revivir nuestras corporaciones. Nuestros antepasados habían vendido la mayoría de nuestras tierras, fui yo, Luther, quien las compró de nuevo y restauró el nombre Verdemont a su gloria. ¡Pero ahora me doy cuenta de que he estado trabajando en vano! No puedo dejar mi fortuna en manos de buitres codiciosos como ustedes.

Ekhart desestimó las palabras de su padre con arrogancia, después de todo el poder ya estaba en sus manos.

—¡Oh, vamos, padre! Eres viejo, la corporación necesita sangre joven para dirigirla. Basta de amenazas, nosotros también somos Verdemonts y tenemos derecho a esa riqueza.