El Monstruo Jefe (2)

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—Una mera bestia se atreve a crear un territorio... No puedo esperar para pisotear su cuello una vez que la mate.

Mientras Lucavion continuaba su ascenso, su sonrisa burlona solo se ensanchaba, en marcado contraste con el semblante serio que había mostrado momentos antes.

Sus ojos, usualmente llenos de determinación, ahora brillaban con una luz feroz, casi depredadora. Su mano descansaba confiadamente sobre la empuñadura de su estoque, el arma que se había convertido en una extensión de sí mismo, un símbolo de su creciente poder y ambición implacable.

Vitaliara, posada en su hombro, observaba la transformación con una mezcla de preocupación y comprensión.

Ella había visto este cambio en él antes—este giro en su comportamiento, esta oleada de arrogancia que parecía apoderarse de él cada vez que se preparaba para la batalla. Era como si el acto de enfrentar a un enemigo, la emoción del combate, despertara algo primordial dentro de él.