Primer Vórtice

—Qué triste... —Lucavion murmuró mientras se acercaba, sus ojos fríos y burlones—. Al final, terminaste igual que estos... —dijo, señalando los cráneos a su alrededor—. Y ahora te convertirás en mi alimento.

El Dragón Abismal Menor, ahora despojado de sus antes impenetrables escamas, yacía expuesto y vulnerable ante Lucavion. Su carne, pálida y casi translúcida, pulsaba con los últimos vestigios de la energía abisal que una vez lo hizo tan temible.

Sin su armadura protectora, la criatura ya no parecía la poderosa bestia que había aterrorizado el bosque. Su cuerpo era largo y sinuoso, cubierto de parches de carne cruda y sangrante donde las escamas habían sido arrancadas.

Los ojos del Wyrm, que una vez brillaron con una luz malévola, ahora estaban apagados y vidriosos, llenos de una mezcla de dolor y miedo.