Las secuelas

El sol se ponía sobre los restos humeantes del campamento bandido. El que una vez fuera próspero escondite de los hombres de Korvan yacía ahora en ruinas, sus filas dispersas y rotas. Algunos de los bandidos supervivientes huyeron hacia la naturaleza salvaje, su determinación destrozada por las muertes de sus líderes, mientras otros se rindieron, esperando una misericordia que nunca llegaría. El equipo de expedición había cumplido su trabajo. Los bandidos ya no existían.

Lucavion estaba de pie junto a Roderick, con los brazos cruzados mientras ambos observaban a los últimos rezagados desaparecer en el bosque. La tensión de la batalla se había desvanecido, dejando una extraña calma tras el caos.

—Bueno —dijo Roderick, su voz rompiendo el silencio—. Parece que lo hemos logrado. Ron está a salvo, y los bandidos... bueno, ya no molestarán a nadie más. —Miró a Lucavion, entrecerrando ligeramente los ojos—. Pero Korvan... ¿realmente lo mataste?