En el momento en que el mundo se hizo añicos, el tiempo pareció volver a su lugar. Mis sentidos se agudizaron en un instante, y la lanza de Korvan, ahora justo frente a mí, ardía con intención mortal. Pero mi mente estaba clara—enfocada.
Podía ver el punto preciso donde necesitaba golpear, el momento exacto para cambiar la trayectoria de su ataque. Mi cuerpo se movió con una calma que nunca antes había sentido, mi estoque brillando con la llama negra de la Llama del Equinoccio. La espada se deslizó por el aire, sin esfuerzo pero deliberada, encontrándose con la lanza en el ángulo perfecto.
—¡CLANK!
La fuerza del impacto reverberó a través de mi hoja, pero no era como antes. No estaba luchando contra la lanza—la estaba redirigiendo. Mi espada se deslizó a lo largo de la lanza, alterando su curso lo suficiente para evitar un golpe fatal.
Pero no fui lo suficientemente rápido para evitarlo por completo.