Korvan (3)

«¿Qué... sucedió?»

Mis pensamientos se sentían lentos, confundidos por el martilleo en mi cráneo y el dolor ardiente que recorría cada centímetro de mi cuerpo. Intenté reconstruir lo que acababa de suceder, pero todo se sentía tan distante, tan desconectado.

Parpadeé, tratando de aclarar la neblina de mi visión, pero todo lo que veía era rojo. Sangre manchada sobre mis ojos, goteando por mi rostro. Mi pecho palpitaba, cada respiración superficial y entrecortada. Las llamas crepitaban en la distancia, su calor presionándome, pero nada tenía sentido. Nada lo tenía.

Me miré a mí mismo: quemaduras y cortes marcaban mi piel, la tela de mi capa y armadura hechas jirones. La sangre empapaba mi ropa, tiñendo todo de oscuro. Mi cuerpo temblaba, mis músculos débiles y gritando en protesta, y entonces lo noté: mi mano.