Mientras seguía a Valeria Olarion por las estrechas calles de Costasombría, mis pensamientos comenzaron a divagar.
«Siempre hay ese personaje, ¿no es así?»
Mientras la mayoría de las historias de fantasía romántica arrojan al personaje principal a un mar de pretendientes, con encantadores protagonistas masculinos cayendo sobre sí mismos para ganarse el favor de la protagonista, siempre está la guardiana. La chica severa y pragmática que se mantiene firme al lado de la heroína, actuando como un amortiguador entre ella y la horda de admiradores. A veces una mejor amiga, a veces una rival, pero siempre del mismo tipo: aguda, fría y con un rostro que podría congelar el sol.
Valeria era exactamente ese tipo.