Señora Knight

Cuando atravesé la puerta de la posada, me recibió el suave resplandor de la luz matinal que se filtraba por la habitación. El aroma del desayuno ya llenaba el aire, una escena mucho más acogedora que la dureza de la noche anterior. Justo cuando empezaba a bajar la guardia, una figura se plantó ante mí, dominando el espacio.

Era alta y llevaba armadura, y cada parte de ella gritaba precisión. Su cabello, de un rosa claro, estaba fuertemente trenzado, descansando sobre sus hombros como si pudiera soltarse en cualquier momento, al igual que el resto de ella. Sus ojos violetas estaban fijos en los míos, sin pestañear, y su rostro mantenía una expresión severa, casi ilegible: una caballero.

—Esto...

Había algo que me molestaba con la combinación de su color de pelo y ojos. Era algo que sentía que conocía.

—¿Eres Lucavion? —su voz era clara, cortando los murmullos de la posada.