—Cometí un error... Él era, en efecto, la persona que se había enfrentado a ese Líder de Bandido.
Valeria exhaló profundamente, bajando su espada una fracción mientras tomaba un momento para recuperar el aliento. La intensidad de la batalla había desgastado su determinación, pero ahora no había duda: este hombre, Lucavion, era todo el guerrero que la gente decía que era. Sus ojos violetas se suavizaron, y dejó escapar un suspiro silencioso mientras miraba su rostro.
—Te juzgué mal —admitió, su voz más tranquila ahora, ya sin el filo frío de antes—. Me disculpo por mi rudeza, por dudar de tu fuerza. Estaba... de mal humor, y lo desquité contigo.
La expresión de Lucavion se suavizó, el brillo depredador en sus ojos desvaneciéndose mientras relajaba su postura. Le dio una pequeña sonrisa, casi divertida.
—No te preocupes. No me importa.
Los labios de Valeria se curvaron en una leve sonrisa propia.