—¡Bueno, esa fue una buena decisión! —se escuchó la voz de Lucavion, aunque sonaba algo distorsionada como si tuviera la boca llena.
La sonrisa burlona de Valeria se desvaneció al instante, reemplazada por un profundo ceño fruncido mientras se giraba hacia el sonido.
Y ahí estaba él. Lucavion, apoyado casualmente contra una pared cercana, masticando lo que parecía un gran sándwich. Su apariencia era completamente relajada, sin señal de preocupación en su rostro, a pesar del plazo de registro que se acercaba rápidamente. Incluso le hizo un pequeño saludo con la mano como si fueran viejos amigos.
—¿Qué... cómo? —comenzó Valeria, con frustración evidente en su voz—. ¿Cómo estás aquí ya? ¿No se suponía que todavía estarías en la fila?
Lucavion tragó su bocado de comida y sonrió ampliamente, limpiándose las migas de las manos.
—Resulta que todo lo que necesitas es tener suficiente dinero.
Los ojos de Valeria ardieron de indignación, su voz elevándose bruscamente.