Los ojos del guardia se desviaron hacia abajo y, para su sorpresa, vio un destello dorado anidado silenciosamente en los pliegues de su bolsillo. Una sola moneda de oro.
Por un breve momento, la confusión del guardia se profundizó. Pero luego, cuando registró el peso de la moneda, también comprendió su significado. El comportamiento silencioso del joven, la elegante facilidad con la que se movía, incluso la sutil gracia del gato posado en su hombro, todo pintaba la imagen de alguien que sabía cómo maniobrar por el mundo sin llamar la atención.
El susurro de una voz llegó a los oídos del guardia, aunque no pudo identificar su origen. —Toma esto —había dicho, suave pero claro. Sus ojos volvieron a la tarjeta de identificación, luego al joven, que permanecía inmóvil, tan tranquilo como siempre.