El puño del hombre se disparó hacia adelante con brutal velocidad, un rápido golpe directo a la cara de Lucavion. El movimiento fue repentino y preciso, impulsado por el tipo de fuerza bruta que probablemente le había ganado más de una pelea en bares. Los ojos de Valeria se abrieron de asombro. No esperaba que el aventurero escalara las cosas tan rápidamente, e instintivamente alcanzó su espada, lista para intervenir.
Pero Lucavion... él no se movió. Ni siquiera se inmutó.
Se quedó sentado, completamente quieto, su calma semblante sin cambios, como si el puño que volaba hacia él no tuviera importancia alguna. El corazón de Valeria saltó a su garganta mientras se preparaba para el impacto, su cuerpo tenso, listo para entrar en acción.
«¿Qué está haciendo?», pensó, la incredulidad invadiendo su mente. «¿En serio iba a dejar que este bruto lo golpeara?»