—¿Mune? ¿Te suena ese nombre?
Los ojos del chico se agrandaron, su furia momentáneamente detenida por la conmoción.
—Mune... —susurró, el nombre cayendo de sus labios con el peso de mil recuerdos. Su mirada se fijó en mí, su expresión cruda, desesperada—. ¿Cómo... cómo conoces ese nombre?
No pude evitar la leve sonrisa que se dibujó en mis labios.
—Adivina.
Ante eso, comenzó a temblar, su cuerpo estremecido mientras mis palabras se hundían, desgarrando los cimientos de mentiras que el Susurrador había construido a su alrededor. Se volvió, mirando al Susurrador con una mezcla de horror y esperanza, su voz quebrándose.
—Mune... y los demás... ¿Es... es verdad?
El Susurrador se estremeció, su rostro retorciéndose de frustración al darse cuenta de que su red de engaños se deshacía más rápido de lo que podía salvarla.