¿Libre?

Mientras blandía mi espada, lo sentí: un escalofrío que pulsaba a través de la hoja, crepitando con una energía que no esperaba. La marca de esclavo del chico, atada profundamente a su piel y alma, se fracturó, una delgada grieta extendiéndose como una telaraña a través de sus retorcidas líneas.

Mi [Llama del Equinoccio] cobró vida, el calor parpadeante de la vida y la muerte en perfecto equilibrio, enroscándose alrededor de la marca como un depredador oliendo sangre. La llama la mordió, quemando y corroyendo, devorando la esencia de la magia como si no fuera más que yesca.

El chico se tambaleó, una mirada de shock atravesando su ira mientras la marca pulsaba, debilitada, su poder oscuro vacilando. Al otro lado de la habitación, el rostro del Susurrador Encapotado se retorció de horror, sus ojos se ensancharon con incredulidad.

—¿Qué... qué está pasando? —exigió, su voz un ronco susurro de pánico.