—He traído a algunas personas para que las cuides —dijo Lucavion, con un tono casual pero con un matiz más solemne.
La mirada de Mariel se estrechó ligeramente, estudiando a los jóvenes bestias que se aferraban el uno al otro, como si incluso estar junto a Lucavion fuera un acto tentativo de confianza. Podía ver la fatiga en sus ojos, ese tipo de cansancio que va más allá del agotamiento físico. Había una historia en esas miradas, una profundidad de pérdida y resiliencia que ella reconocía demasiado bien.
Sin decir palabra, se acercó a ellos, su expresión suavizándose mientras se volvía hacia Lucavion. —¿Supongo que estos dos están bajo tu protección ahora? —preguntó, con voz firme, aunque un destello de comprensión brilló en sus ojos.