—¿Por qué siempre vas allí? —preguntó, con un tono de genuina curiosidad—. De todos los lugares en esta ciudad, sigues volviendo a esa posada.
—¿Qué quieres decir con "siempre"? Hemos estado en bastantes lugares, ¿no?
Ella arqueó una ceja, concediendo su punto.
—Es cierto, hemos probado diferentes lugares. Pero eso no cambia el hecho de que la Dama de Hierro es donde terminamos más a menudo.
Lucavion se rió, claramente divertido por su observación.
—Supongo que tienes razón en eso —dijo, asintiendo—. Aunque diré que la comida vale la pena. Es raro encontrar una posada que realmente ponga cuidado en sus platos.
—¿Y? —Valeria le dio una mirada escéptica.
Él la miró, con una pizca de sonrisa burlona en sus labios.
—Y... bueno, ese lugar puede ofrecerme cierto tipo de protección.
La curiosidad de Valeria se agudizó.
—¿Protección? —repitió, con tono incrédulo.
La expresión de Lucavion se volvió ilegible, sus ojos brillando con algo no dicho.