En el momento en que entraron en la posada, un silencio tenso recibió a Lucavion y Valeria, y ella inmediatamente sintió que algo andaba mal. A su alrededor, los hombres se reunían en las sombras, sus miradas brillando con una sutil hostilidad que hizo que su columna se tensara. Valeria frunció el ceño. ¿De qué se trataba esto? ¿Habían hecho algo ella o Lucavion para provocarlos?
Antes de que pudiera hablar, la posadera dio un paso adelante, su rostro desprovisto del calor habitual, su mirada dura mientras se dirigía a ellos directamente.
—A partir de ahora, no podemos darles la bienvenida aquí. Su estancia en esta posada ha sido cancelada.
Valeria parpadeó, momentáneamente desconcertada.
—¿Qué quiere decir con que nuestra estancia aquí está cancelada? —exigió, su tono afilado mientras su frustración se encendía—. ¡Pagamos por estas habitaciones por adelantado! ¡No puede simplemente echarnos!