Valeria permaneció inmóvil, con un agarre flojo en su espada.
—¿Qué es exactamente?
Sus ojos se detuvieron en los jóvenes hermanos, Riken y Sena, que estaban en posición de ataque, sus expresiones teñidas de un dolor tan profundo que parecía pesar en cada uno de sus movimientos. Podía sentirlo como si fuera suyo: su pena, su furia, cruda y sin contener, dirigida completamente al hombre frente a ellos.
Su pecho se tensó, casi doliendo, mientras observaba la manera en que miraban al Susurrador, sus rostros contorsionados por un odio demasiado grande para que unos niños lo soportaran.
«¿Cómo pueden ser tan jóvenes... y mirarlo de esa manera?», pensó, desviando su mirada hacia Lucavion. Y cuando lo vio, se le cortó la respiración.