La cabeza de Lucavion se inclinó ligeramente al escuchar la voz desconocida, su sonrisa burlona regresando mientras sus ojos se dirigían hacia la fuente. De pie cerca de la puerta había una mujer que parecía estar en la mediana edad, su elegante comportamiento complementado por una sonrisa serena. Su cabello oscuro estaba recogido en un moño ordenado, y llevaba una túnica de sanadora ajustada que emanaba tanto profesionalismo como elegancia.
—Vaya, qué vista tan agradable —comentó Lucavion, su voz llevando un tono burlón. Sus ojos la recorrieron una vez, evaluándola casualmente—. Toda una belleza.
La mujer arqueó una ceja, pero su sonrisa se ensanchó, transmitiendo una calidez que era tanto genuina como juguetona.
—Ah, gracias —dijo, su tono calmo y firme mientras se acercaba—. Aunque debo decir que tienes una lengua muy afilada para alguien que apenas se mantiene en pie.
Su elegante respuesta le hizo reír suavemente.