El salón cayó en un silencio contemplativo después de la petición de Lucavion, el peso de sus palabras permaneciendo en el aire. El Marqués se reclinó, su expresión neutral pero pensativa. Valeria permaneció inmóvil, sus manos ahora fuertemente entrelazadas sobre sus rodillas. A pesar de su calma exterior, sus pensamientos se agitaban, una tormenta de emociones conflictivas rompiendo la superficie.
Se había acostumbrado a la presencia de Lucavion durante su tiempo juntos en Andelheim—esa extraña mezcla de irreverencia y aguda perspicacia que lo definía. Pero ahora, la mención de su partida la golpeó como un golpe inesperado.