El sonido de la madera astillándose resonó por el establo mientras un fuerte estruendo siguió a la críptica declaración del Marqués. Los ojos de Lucavion se dirigieron hacia el alboroto, su sonrisa desvaneciéndose en una mirada de aguda curiosidad. Valeria se tensó a su lado, su mano moviéndose instintivamente hacia la empuñadura de su espada, aunque no la desenvainó.
—Ah... Ella está aquí —murmuró de nuevo el Marqués, su tono tranquilo pero teñido de una sutil reverencia.
La mirada aguda de Lucavion siguió el sonido, y sus ojos se posaron en una vista que exigía atención inmediata. En el extremo más alejado del establo, un imponente caballo se erguía en el centro de un corral abierto, su presencia dominando el espacio.