El gran salón de Andelheim bullía de emoción. Brillantes estandartes rojos y dorados colgaban de los altos arcos, con el emblema del Marqués Ventor destacándose sobre el vibrante fondo. El largo suelo pulido brillaba bajo la luz del sol que se filtraba a través de las altas ventanas de vidrieras, representando historias de antiguos guerreros. La atmósfera era eléctrica, viva con vítores, silbidos y aplausos de la multitud reunida.
Valeria permanecía de pie a un lado del estrado, su postura recta y elegante, el escudo de su familia adornando sutilmente su atuendo. Vestía una capa oscura y elegante que barría el suelo, su espada ceñida pulcramente a su costado. El peso del apellido familiar se sentía más ligero hoy, más suyo que un legado que simplemente llevaba. Sin embargo, había un extraño vacío royendo los bordes de su concentración.