El carruaje traqueteaba por el camino irregular, sus ruedas salpicando a través de los charcos poco profundos dejados por la lluvia anterior. Dentro, la chica del cabello negro brillante permanecía sentada en silencio, su rostro impasible pero sus dedos golpeando suavemente contra el reposabrazos. Su doncella estaba sentada frente a ella, su postura compuesta pero su expresión teñida de frustración.
—Sin sentido —murmuró finalmente la chica, su voz fría pero impregnada de decepción—. Esta visita entera a Costasombría fue una pérdida de tiempo.
La doncella dudó antes de responder, eligiendo sus palabras cuidadosamente.
—Hicimos todo lo que pudimos, mi señora. Fuimos generosas con nuestras preguntas y corteses con los habitantes del pueblo, pero...