La Fuerza de una Madre

Lucavion se alzaba sobre los restos carbonizados y destrozados de Vaelric, su estoque aún brillaba tenuemente con los restos de luz estelar negra. El aire estaba cargado con el olor acre de ceniza y residuos de maná, un crudo recordatorio de la batalla que acababa de desarrollarse. Sus ojos se entrecerraron mientras examinaba la escena, con la más leve insinuación de una sonrisa en sus labios.

«Ahora, está muerto», pensó Lucavion para sí mismo, su tono desprovisto de satisfacción o arrepentimiento. Era simplemente un hecho, frío e inflexible.

[Sí...] La voz de Vitaliara entró en su mente, suave pero cargada. Se posó en su hombro, su presencia etérea tanto reconfortante como inquietante. Sus ojos dorados, usualmente tan vibrantes, ahora brillaban con un conflicto no expresado.